Buscar en este blog

viernes, 12 de febrero de 2021

Yo me gusta

A mí me gusta estar informado de lo que pasa en el mundo y por eso procuro ver los programas informativos de televisión, y las tertulias de análisis de la actualidad, y escuchar los noticieros de la radio. De lo que nadie me advirtió fue de los inesperados efectos secundarios que me podrían sobrevenir por tal práctica.

Yo me gusta creer que nada ha cambiado, que yo todo me va bien y que yo no necesito reinventarme, a pesar de que, yo, cada vez que veo una curva, no consigo encontrarle el pico. De hecho, llevo una incidencia acumulada de 99 fracasos por cada 100.000 habitantes. Yo me consuelo pensando que mi caso no es tan penoso. Por ejemplo, los hay que en su trabajo han tenido un herpes (yo cogí una vez uno en la boca, y yo sé lo molesto que es). Y a otros les están haciendo tés todo el rato, con lo poco que yo me gusta el té. Por lo menos esto último ya está cambiando, ahora ya no te hacen un té, sino una pece erre, que, como no se sabe lo que es, da menos reparo.

Yo también lo que me llama la atención es el compadreo que se gastan los periodistas con la gente del gobierno. Como no hay líneas rojas, a la pobre Ministra de Sanidad todos la llaman Salvadorilla, como si fuera de la familia. Pero claro, ya en tiempos de Don Claudio todo quisque le llamaba Claudillo, ¡y nunca pasó nada!

¿Y qué me dicen de este prodigio de profilaxis?: "Al toser o estornudar, cúbrase boca y nariz CON EL CODO FLEXIONADO". Así se hace, con el codo flexionado, y con dos cojones. Que no se te ocurra estornudar en un pañuelo de papel y luego tirarlo a la papelera. Que no se te ocurra estornudar en un pañuelo de tela, y luego echarlo a lavar. Ni en una hoja de periódico (lo cual, por cierto, sería muy apropiado). ¡Todo eso forma parte de la vieja normalidad! Lo que tienes que hacer ahora es echarte las miasmas en el brazo y luego ir corriendo a abrazar al perturbado que elabora este tipo de instrucciones. (¿No serán los marcianos de H.G. Wells, que se quieren cobrar la revancha?)

En cuanto a esta nueva norma de que debemos guardar la distancia social con nuestros prójimos, yo no hace falta que me lo digan, yo hace tiempo que mis mayores me aleccionaron a no juntarme con determinada chusma. Por ejemplo, yo desde siempre he guardado una distancia de seguridad de al menos dos metros con esos personajillos que usan la expresión "a mí me gusta". La distancia aumenta a tres metros cuando detecto que mi interlocutor elide en lo posible el uso del pronombre personal de la primera persona del singular, dejando que sea la forma del verbo la nos informe de quién es el sujeto de la oración.

Y directamente salgo corriendo cuando asisto a una conversación en la que ambos intervinientes se someten a las más vetustas y coercitivas normas del proceso comunicativo:

- A emite un primer mensaje, mientras B lo escucha, en silencio

- Cuando A ha terminado su mensaje, es quien B emite un segundo mensaje, que es una respuesta o comentario a la información contenida en el primer mensaje

- A escucha el segundo mensaje y procede a emitir un tercer mensaje

- Y así hasta la náusea 

¡¡¡¿¿¿PERDONA???!!! (No se me ve, pero mi mano derecha ha caído en un ángulo de unos 45 grados bajo la horizontal, con los dedos bien separados entre sí, sobre todo el meñique.)

¿PERO ESTAMOS LOCOS O QUÉ?

ESTE TIPO DE CONVERSACIÓN NO ES QUE SEA ABURRIDA, ES LO SIGUIENTE.

Lo peor de toda esta nueva anormalidad es que tiene algunas normas que resultan un tanto confusas y quedan abiertas a la interpretación. Por ejemplo, el otro día, en el quiosco (¡uno de los poquísimos que quedan en mi pueblo, que los dioses los amparen!), pagué una compra de 17 euros con un billete de 20 y me dieron la vuelta de 3 euros con tres monedas de 1 euro. El quiosquero las fue contando una a una, mientras las iba dejando sobre el mostrador: 1, 2 y 3. ¡No me lo podía creer!

- Falta una moneda - dije educadamente, procurando que no se me notara el enojo.

- ¿Eh?

- ¿No se ha leído usted su propio cartel? - y le señalé el gráfico que tenía pegado en la pared, con el cuadro de las diferentes fases de salida del confinamiento, donde la primera fase es la cero -. Ha contado usted mal. El gobierno dice que ahora tenemos que contar de otra manera. Si me quiere dar usted la vuelta de 3 euros en monedas de uno, la primera moneda que ponga sobre la mesa es la cero, la segunda es la uno, la tercera es la dos y la cuarta es la tres. O sea, que falta una moneda de 1 euro.

- Eso sería cierto - me responde el tío listo -, si estuviéramos en lo alto de una montaña. Pero como no lo estamos, nosotros no tenemos nada que desescalar, y si no tenemos que hacer desescalada, tampoco tenemos que utilizar esa nueva forma de contar.

¡Me tuve que callar la boca, porque no tenía argumentos para rebatirle! ¡Malditos quiosqueros!

Los que nos gobiernan dicen que no hay más remedio que amoldarse a esta nueva anormalidad. A mí me parece que de anormal tiene mucho, pero de nueva no tiene nada.

A quien habría que perimetrar es a esta caterva de amos de las ondas y de los rayos catódicos y de los despachos con moqueta y enorme mesa de caoba, coger el cordón sanitario ese y amarrarlos bien, antes de que acaben por contagiarnos a todos.

(Lo sé, lo sé, Les Luthiers, ellos sí que hubieran escrito algo gracioso de verdad con este tema tan jugoso/penoso.)

No hay comentarios:

Publicar un comentario