Buscar en este blog

martes, 26 de mayo de 2020

Eres tierra...


El asteroide G-IM3N3Z, uno de los miles que orbitan entre Marte y Júpiter, viene siendo poco más que un peñasco en el espacio, por su minúsculo tamaño, si no fuera porque tiene una atmósfera, muy tenue, pero suficiente para permitir que la vida se desarrolle en su superficie. Su escasez de recursos naturales y minerales y su aridez lo vuelven irrelevante para los viajeros del Sistema Solar. Los cinco seres humanos que actualmente pueblan su superficie no son más que náufragos, obligados a un aterrizaje de emergencia cuando su nave, con destino a Júpiter, fue destrozada por una tormenta de meteoritos. Cobijados en los restos del naufragio, y con comida suficiente para unos meses, los supervivientes están a la espera de que alguna de las naves de la ruta, que haya captado su S.O.S., venga a buscarlos, guiándose por la señal que emite su radiobaliza.  

Para pasar el tiempo, algunos, como el Operador de Radio, con la ayuda de la Navegante, revuelven entre los restos de la maquinaria, en busca de las piezas que le permitan construir una nueva antena de radio-onda. El Contramaestre prefiere entretenerse con los juegos almacenados en su videoconsola personal. El Capitán se mantiene en forma siguiendo una vieja tabla de ejercicio físico no asistido. 

Y finalmente, el Timonel, se dedica a vigilar su inhóspito entorno.

- ¡Capitán! 

- ¿Qué tal el paseo de hoy? ¿Has descubierto algo interesante? 

- Ya lo creo que sí. Pero ven a verlo por ti mismo. Venid todos. 

- ¿Has encontrado por fin la guarida del "monstruo" o qué? - interviene la Navegante.  

- Te lo tomas a broma, pero yo te digo que estamos en peligro. 

- Lo que pasa es que a ti, todo ser vivo que no sea humanoide, te parece un monstruo. 

En los quince días que llevan varados, la única forma de vida que han visto es una huidiza criatura, que al principio confundieron con una sombra, y que ninguno ha conseguido distinguir con claridad. Su pelaje, o lo que sea que la recubre, es de color terroso y se confunde con el terreno. Es extremadamente silenciosa, apenas deja huellas en el suelo, y no está claro si camina sobre dos o cuatro extremidades. Y no consta en ningún registro biológico conocido. 

El Timonel convence a sus compañeros para que le acompañen hasta una pequeña hondonada, no muy lejos de allí. 

- Esta mañana me he subido a los restos de la proa con los prismáticos, y he estado vigilando. No me he movido de allí hasta que por fin la vi aparecer, a esa criatura, a lo lejos. La he seguido hasta la primera línea de promontorios que bordean esta zona. Se paró de repente en un sitio concreto y estuvo allí un par de horas. Me mantuve bastante lejos, por miedo a que me descubriera, pero en cuanto se fue, en lugar de seguirla otra vez, me acerqué, para ver lo que había estado haciendo. 

Frente a ellos, en el suelo, hay un hoyo, de unos dos metros de largo, por metro y medio de ancho, y otros dos metros de profundidad. La tierra excavada forma pequeños montones, dispersos alrededor. 

- Bueno, y qué - dice el Contramaestre, con desgana -. Tu monstruo no es más que un topo gigante. 

- ¡Pero es que no lo veis? ¡Es una tumba! ¡Ha excavado una tumba! 

- (Interviene la Navegante) ¿Y tú qué piensas? ¿Que esta tumba es para uno de nosotros, no?  

- ¡Claro, joder! 

- ¿Pero con qué finalidad? ¿Dónde has visto un animal que primero mate a sus presas y después las entierre? El único animal que actúa así es el ser humano...

- A lo mejor es como una araña, pero en lugar de envolvernos con su tela, nos entierra, y nos come luego, cuando tenga hambre. 

- Eso no hay forma de saberlo... 

- ¿Tú qué opinas, Capitán? 

- Esa criatura siempre se ha mantenido lejos de nosotros... 

- ¿Y cómo estás tan seguro? ¡Puede acercarse por la noche, sin que nos demos cuenta! 

- ...y nunca nos ha amenazado. Pero también es verdad que su existencia no consta en ningún registro y no sabemos a qué atenernos en cuanto a sus costumbres. Si te quedas más tranquilo, vamos a montar guardias de vigilancia, por si acaso. 
 

A la Navegante le corresponde el turno de la noche, que, en un astro tan pequeño, es de tan sólo cuatro horas. Aunque le parece una tarea inútil, también es consciente de que no hay mucho que hacer hasta que vengan a rescatarlos, y es mejor tener la mente ocupada con alguna tarea. Como no tienen armas a bordo, su único equipamiento es una barra metálica a guisa de garrote, una bocina para dar la alarma y una linterna. Sus compañeros duermen en sus literas, mientras ella está sentada frente a la escotilla de popa, que quedó tan dañada en el aterrizaje de emergencia, que no se puede cerrar de todo. Si alguien quisiera entrar, lo más fácil sería hacerlo por ahí.  

La noche va transcurriendo tan silenciosa como el día. No hay viento que sople y silbe entre las rendijas... no hay animales que ululen, o que grillen, o que aúllen... No hay luna que refleje la luz del sol. Sólo hay oscuridad, que llega un momento en que parece que se moviera y ondulara como si tuviera vida propia... 

La Navegante enciende su linterna un par de veces, porque eso es lo que haces cuando estás de vigilancia: vigilas.  

¿Se ha desplazado un poco la escotilla o se lo está imaginando? Se levanta despacio a investigar, con la bocina en la mano, el dedo listo sobre el pulsador. Pero tanta precaución no le sirve de nada.

Una sombra más larga y más oscura que las demás, más veloz que el pensamiento, cae sobre ella, se enrolla en sus piernas y en sus brazos, le cubre la boca, y se la lleva.

La Navegante está totalmente inmovilizada. Ni siquiera tiene mucha conciencia de que se esté moviendo, porque la oscuridad es absoluta. Se siente como si flotara en gravedad cero. Lo que sea que sujeta sus extremidades lo hace con firmeza. 

Pasan unos segundos, ¿o son unos minutos?... Sus piernas se asientan sobre algo firme, sus brazos se mueven otra vez, tan sólo sus ojos se resisten a obedecer su voluntad. 

- No tengas miedo. Estamos en una cueva bajo tierra y por eso no puedes ver. 

Es una voz extraña, sin matices, que no parece venir de ninguna parte en concreto, sino de todas a la vez. 

- No enciendas tu linterna todavía. Antes quiero hablar contigo. 

No son palabras, son pensamientos, que van directos a la consciencia de la Navegante. 

- Mi gente no tiene boca, ni oídos. Nos comunicamos con nuestra mente. Lo que tú pienses, yo lo sentiré. 

- ¿Qué es lo quieres? 

- Hablar contigo.   

- ¿Por qué conmigo? Yo no estoy al mando de mi grupo. 

- No se trata de quién manda. Os he estado sondeando a todos, y sólo tú puedes ayudarme, si es que decides hacerlo. He tenido que traerte aquí a la fuerza, porque ya no queda tiempo. Una de vuestras naves está orbitando el asteroide y no tardarán en bajar a buscaros. Te extraña que yo pueda saberlo, sin máquinas que me lo digan. Pero mi mente llega más allá que la tuya, y está conectada a todos los seres vivos que me rodean, igual que vuestras máquinas están conectadas entre sí. 

"Los de mi especie somos pocos, pero nos hemos esparcido por todo el universo, escondiéndonos en las naves espaciales, o en simbiosis con otros seres. Cuando encontramos un mundo fértil, nos quedamos, nos fusionamos con su naturaleza, prosperamos y vivimos en paz con el resto de los seres vivos.
 
"A la criatura con la que yo viajaba le pasó lo mismo que a vosotros, fue alcanzada de muerte por los meteoritos y cayó en esta tierra yerma y pobre. Sus restos forman parte ahora del paisaje, aunque a vuestros ojos humanos no son más que piedras y matojos. 

- Ya veo, lo que quieres es que te ayude a escapar en esa nave que viene a rescatarnos, ¿no?  

- No. No quiero seguir viajando. La desolación que nos rodea ha ido impregnando mi cuerpo y mi mente. Seguir vivo ha dejado de ser alegre y hermoso. Seguir vivo es un esfuerzo que carece de sentido y que sólo me provoca cansancio y dolor.

"Noto que tu miedo se ha ido calmando. Ahora ya puedes encender la linterna, para que puedas verme. 

Si la Navegante no supiera de antemano que delante suya tenía un ser vivo, puede que no lo hubiera reconocido como tal, y que lo hubiera tomado por una parte del paisaje.  

A primera vista, su apariencia es la de un árbol reseco, de dos metros de altura, de cuyos lados cuelgan dos gruesas y largas ramas, y que se asienta sobre un tronco bífido. La parte superior se ensancha un poco más, y parece estar más reforzada. Su capa superficial, o su corteza, oscura y rugosa, está surcada por mil nudos y hendiduras y pequeños brotes. 

- No tengo ojos como tú, ni orejas, ni nariz, ni ninguna de esas conexiones con el exterior, porque no las necesito. (Mientras "habla", la parte superior de su cuerpo se balancea suavemente.) Mi organismo late en sintonía con el entorno que me rodea, y todo lo que sucede a mi alrededor lo recibe mi mente. 

"Pero está llegando el amanecer y se me acaba el tiempo. Necesito mostrarte algo, si es que quieres acompañarme. Si prefieres volver ya con los tuyos, no te lo impediré. 

- Iré contigo.   

A la tenue claridad del exterior, la corteza de la criatura adquiere de repente una tonalidad un poco más clara, mimetizándose con el color del suelo. Al caminar, sus extremidades se adaptan a las irregularidades del terreno, lo que le da a sus movimientos un flujo elegante y ágil. A veces se ayuda inclinando el tronco y apoyándose sobre la punta de sus "brazos", y entonces su contorno se estira y se reajusta, como si fuera elástico por dentro. 

Cuando llegan a su destino, la Navegante echa la mano instintivamente a su bocina de alarma... Están frente al hoyo descubierto por el Timonel. 

- Tu compañero tiene parte de razón sobre la finalidad de este agujero. 

"En cuanto los hombres que vienen a rescataros me vean, lo primero que harán será dispararme, porque eso es lo que hacéis con los monstruos. Os conozco de antiguo, a vuestra raza humana, de mis muchos años de vida en este Sistema
Solar, y siempre sucede lo mismo. Tu compañero, de haber tenido un arma, me hubiera disparado, o hubiera intentado capturarme.  

"Lo que quiero pedirte es que, cuando me hayan matado, recojas mis restos, los deposites en este agujero y los recubras de tierra. 

"Si lo haces así, cuando mi cuerpo se descomponga lentamente, se irá mezclando con las sustancias del subsuelo. Mis células mutarán, se reorganizarán, y, con el tiempo, llegarán a dar forma a un nuevo ser. Ese nuevo ser no tendrá mi consciencia ni mis recuerdos, sino que será un miembro nuevo de mi especie. 

"Así es como mi gente nace y muere y se reproduce. Salimos de la tierra y a la tierra volvemos. 

"Si mis restos quedan abandonados sobre la superficie, o si tus congéneres se los llevan para estudiarlos, entonces mi vida se habrá perdido para siempre, y mi especie estará un poco más cerca de su extinción. 

"¿Querrás ayudarme?   

- Por eso me escogiste a mí, ¿no es verdad? Porque sabías lo que iba a responder. 

- La voluntad de los humanos es impredecible. A veces actuáis por impulsos violentos que son opuestos a vuestras normas de conducta. Nada es seguro con vosotros. Yo no podía saber si me ibas a ayudar o no, hasta que tú misma acabas de decirlo así. 

"Ahora me voy. Me queda una última cosa por hacer.

La criatura se aleja rápidamente, impulsándose con sus cuatro extremidades.  

La Navegante la sigue con la vista y se admira una vez más de la elegancia de sus movimientos... Y de su rapidez... En unos segundos de carrera ha llegado casi hasta el derelicto... El sol ha salido ya por completo. La lanzadera de rescate acaba de aterrizar.  

Toda esta información se acumula rápidamente y no hay tiempo para analizarla. Lo único seguro es que algo va mal.

La Navegante echa a correr con todas sus fuerzas. 

La compuerta de la lanzadera se abre y bajan tres hombres.  

La Navegante grita una advertencia, que se pierde en la distancia. 

La criatura ha dejado de correr y se queda quieta. Los hombres la ven y hablan entre sí. 

La Navegante se detiene también, porque ahora ya lo entiende. 

Uno de los hombres lleva un fusil. Lo levanta, hace puntería y dispara un par de ráfagas.  

El impacto es tan violento que, por unos segundos, la criatura es arrancada del suelo y arrastrada por el aire.
 
Para cuando se desploma sobre la tierra, ya está muerta.

miércoles, 20 de mayo de 2020

"Johnny Comet" de Frazetta editado por Manuel Caldas


En estos tiempos tan inquietantes en que estamos a la merced de bandas de mamarrachos (los líderes políticos) y de carroñeros (los medios de comunicación), resulta un consuelo descubrir que hay al menos una persona que:
a) Sí que sabe lo que tiene que hacer
b) Y eso que tiene que hacer, lo ejecuta a la perfección

Estoy hablando, por supuesto, del excelso editor portugués Manuel Caldas, que nos acaba de regalar con un nuevo álbum de cómics: la recopilación íntegra, en un tomo apaisado de tapa blanda, de la serie de tiras de prensa "Johnny Comet/Ace McCoy" de Frank Frazetta, con guiones de Earl Baldwin.

Para los que ya tengáis el tomo editado por Vanguard en inglés en 2011, en tapa dura y formato vertical, una advertencia: ¡compraos también este tomo!

Aquí van unas pequeñas muestras comparativas de la calidad de ambas ediciones, para convenceros.

Fragmento de tira publicada por Manuel Caldas en su página 11
 
La misma tira, publicada por Vanguard en su página 16

He escogido uno de los casos más llamativos. No todas las tiras tienen esta diferencia de calidad. Hay unas cuantas que son similares en ambas ediciones. Pero digamos que, en la mayoría, la diferencia es bastante sutil, pero siempre a favor de Caldas, como en la siguiente muestra:
Manuel Caldas, página 7


Vanguard, página 10

La diferencia es sutil, pero no hay duda de que la tinta está mucho mejor graduada en la edición de Caldas, y no emborrona apenas las líneas.
 
Pero donde las diferencias son más escandalosas es en la reproducción de las páginas dominicales a color:
 
 Hermosa viñeta, ¿a que sí? Es de la página 150 de Caldas.
 
 Pues así es como la publicó Vanguard, en su página 216.
 
Otro pequeño ejemplo:
 Página 156 de Caldas.
 
 
Página 222 de Vanguard. 
 

Por si todo esto no fuera suficiente, en la edición de Vanguard hay 18 páginas dominicales donde la tira superior original ha sido sustituida por la siguiente tira estándar:
 
 
La primera viñeta es la de la cabecera, la segunda es un retrato promocional de los protagonistas de la serie y la tercera es una viñeta extraída de la dominical del 6 de Abril. Teniendo en cuenta la práctica habitual, en el material de prensa de la época, de elaborar la dominical en dos o tres formatos diferentes, para que cada periódico la adaptara luego al formato propio de su suplemento, entiendo que, en el caso de "Johnny Comet", las viñetas de la tira superior eran "prescindibles", es decir, que estaban escritas de tal manera que, al ser suprimidas, el resto de la página se pudiera leer sin notar su ausencia. Es evidente que Vanguard no disponía de ciertas tiras, y por eso las sustituyó por la anterior. Pero Manuel Caldas sí que se ha tomado la molestia de buscarlas y las ha publicado en su integridad.

A la venta en librerías especializadas o en la página web de Manuel Caldas.