(Al día siguiente)
Cuando
Diana Palmer, famosa y joven exploradora, llega al muelle de pasajeros de
Yakarta, una multitud de periodistas la está esperando, y la rodea antes de que
pueda subirse al Clipper con destino a San Francisco.
- ¡Miss Palmer! ¡Miss Palmer!
-
¿Es cierto que ha estado secuestrada por una banda de piratas?
-
¿Tiene esto algo que ver con la expedición del ámbar gris?
-
¿Sabía que su tío Dave ha estado a punto de venir en persona a buscarla?
- ¿Cómo ha conseguido escapar usted sola?
Diana sonrió al escuchar la última pregunta, que las autoridades indonesias nunca le hicieron. Su mayor interés lo pusieron en librarse de ella cuanto antes.
Los reporteros son básicamente una tribu muy similar, en cualquier parte del mundo. Chillones, ruidosos, inquisitivos hasta la exasperación. Se empujan unos a otros sin el mayor reparo, con tal de conseguir el lugar más ventajoso en la fila. Y también muy extravagantes, como aquel tipo al fondo de todo: con el calor que hace y él vestido con una gabardina larga abotonada hasta arriba, sombrero Stetson calado y gafas oscuras.
Diana estaba más que acostumbrada a la atención de los reporteros, allá donde fuera. La aceptaba con gusto, porque era publicidad gratuita para sus expediciones. Además, para qué negarlo, a veces hasta disfrutaba dejándose enredar en el juego de los halagos y de la vanidad. "Miss Palmer, ¿cuál es el secreto para mantenerse tan hermosa después de 15 días vagando por el desierto del Gobi?"
Pero algo es extrañamente diferente hoy. Aquella situación, antes tan normal y corriente para ella, carece ahora de sentido.
- Venga, muñeca, danos algo. Hemos venido desde la Vieja Unión sólo para informar sobre tí.
Unos sacan fotografías sin parar, mientras otros lanzan pregunta tras pregunta. Todos ellos inmersos en el frenesí de arrancarle una declaración a la reacia exploradora, o de capturar con sus cámaras su mejor perfil.
Todos menos el tipo aquel de la gabardina y las gafas oscuras, que ni siquiera parece tener un cuaderno de notas.
La azafata de vuelo le pide a Diana que por favor se dé prisa: el Clipper había hecho escala en Yakarta sólo para recogerla a ella. Diana contempló durante un segundo el impresionante contorno del hidroavión de la Pan Am y luego empezó a subir por la pasarela.
Pero, aún así, algo seguía zumbando dentro de su cabeza. Algo todavía sin resolver.
¿Quién se pone una gabardina en pleno Océano Índico? ¿Qué reportero sale a la calle sin una cámara o una libreta? ¡Esas sí que eran preguntas dignas de respuesta!
Diana se giró de repente, pero demasiado tarde...
Él había vuelto a desaparecer... como un fantasma...
(Continuará)
(O no)
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