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jueves, 29 de febrero de 2024

Suso Peña recordado por Esteban Maroto

 

Suso Peña y Esteban Maroto en la torre de La Floresta
(Foto privada facilitada por Esteban Maroto)

(Entrevista realizada por teléfono el 9 de Agosto de 2023 por Miguel Ángel Ferreiro, responsable también de las acotaciones entre corchetes)


Con Suso Peña había un cariño recíproco y una amistad de muchísimo tiempo. 

Yo conocí a Suso en la Brigada Paracaidista, en Alcalá de Henares. Él era Cabo y estábamos los dos en una revista editada por el ejército [desde 1960] que se llamaba Boina Negra. Los dos dibujábamos. Yo era ya un profesional, ya había hecho El Príncipe de Rodas [1962-63], y Suso era un aficionado. 

Suso, cuando me conoció a mí, se quedó muy impactado de que yo conociese todo este mundo de los historietistas. Yo tenía un estudio en Madrid, en la calle San Conrado número 6 [junto al río Manzanares, no muy lejos de la Puerta de Toledo]. El estudio era de Carlos Giménez y mío, pero también venía Adolfo Usero. Cuando Suso y yo salíamos de pernocta de la mili, era al estudio de San Conrado donde íbamos. Le presenté a todos estos amigos míos, y, a partir de ese momento, él decidió que quería hacer historietas, y nació también una amistad de muchísimo tiempo. 

A nosotros nos cogió un cariño porque éramos como sus dioses. Lo mismo a Carlos Giménez que a mí, nos tenía un cariño especial. 

Terminamos la Mili, me parece, en 1965, o una cosa así. 

El estudio de Madrid duró poco porque, entonces, el principal centro de producción que había de historietas estaba en Barcelona, y Josep Toutain nos ofreció a Carlos Giménez y a mi venirnos a Barcelona. Entonces Suso se animó también y se vino con nosotros. 

Con Carlos Giménez, Adolfo Usero, Ramón Torrents y Luis García cogimos una torre en La Floresta, en el año 67, o 68 (ha pasado mucho tiempo y lo de las fechas no lo tengo muy claro) y Suso se apuntó y se vino con nosotros. Decidimos que, en vez de estar en una pensión que se llamaba la Pensión Aneto, en la Calle del Carmen [¿en el número 22?], en Barcelona, donde estuvimos un año y pico, nos decidimos ir a vivir a esta torre. 

Era una maravilla estar con Suso porque era una persona encantadora. 

Era un enamorado del Che Guevara y del concepto ese revolucionario, mientras que, a mí y a Carlos, nos gustaba el concepto de la Revolución, pero tenía que ser más... humana, dijéramos. Yo le empecé a poner los discos de Atahualpa Yupanqui, de Joan Báez, de los argentinos... [¿Yerba Mate?] A mí lo que me ha gustado siempre es la libertad y Suso se enamoró de esta idea también y fue uno más de nosotros. 

A Suso le gustaba mucho la defensa personal. Era muy pequeñito pero era como si fuese el Che Guevara. Era muy fuerte, pero muy pacífico al mismo tiempo. Él quería que nos supiésemos defender. Yo le decía que a mí no me interesaba para nada eso de la violencia (se ríe). A él le gustaba la estética de las armas, pero luego era la persona más bondadosa que te puedas imaginar. 

Se hizo un poncho como el de Clint Eastwood en La muerte tenía un precio e iba vestido con ese poncho. Ahora me estoy emocionando recordándolo, porque hacía tiempo que no pensaba en ello. 

Cuando vino con nosotros, Suso estaba un poco más "verde", dijéramos. Nosotros ya éramos un poco más profesionales pero Suso todavía no era todavía el gran profesional que fue luego. Pero él tenía ganas e ilusión de trabajar. Lo que hacía era ayudarnos: hacía algunos fondos y algunas cosas, pero él no tenía ninguna historieta suya. Él empezó a publicar sus propias cosas un poco más tarde. 

A mí se me ocurrió hacer una historia de ciencia ficción, que fue Cinco por Infinito. Yo dibujaba y Suso me ayudaba con los fondos, pero también me ayudaba a veces con los guiones, porque yo escribo muy mal a máquina. Yo ideaba los guiones y él me los pasaba a máquina. Cuando hablábamos y lo comentábamos, él a veces me decía: "Pues aquí, en lugar de poner esto, pon esto otro". 

Suso hizo una maqueta para la nave espacial de los protagonistas. Yo le hice un diseño y él hizo la nave en madera. Era muy habilidoso trabajando. 

Él colaboró principalmente en el número uno y en el número dos, pero luego Toutain consideró que estaba muy verde y me dijo que mejor que Suso no colabore... esas cosas extrañas de los editores y de los agentes.

Luego también Suso hizo fondos para una historia que hicimos que se llamaba La Cobra de Rajasthan. Yo principalmente lo que hacía era dibujar a lápiz. Entre Carlos y Adolfo pasaban a tinta. Y Suso hacía los fondos. 

Los argumentos casi siempre eran míos pero yo lo discutía con ellos y lo desarrollábamos entre todos. 

Manuel Yáñez era el que tenía la serie general, los personajes, que se llamaban Alex, Khan y Khamar. Él hacía los guiones de esa serie, pero para otra gente. Esto de La Cobra de Rajasthan no, esto lo hicimos nosotros, entre Suso, Carlos, Adolfo, Luis García y yo. 

La chica protagonista, la Cobra de Rajasthan, era Carol de Haro, que era la novia de Luis García, y que estaba siempre en La Floresta con nosotros. Fue luego también la modelo para Vampirella. 

El Grupo de la Floresta se deshizo, porque todos nos casamos, y Suso regresó a Ribadeo y allí fue cuando empezó a hacer sus propias cosas. 

Suso estuvo haciendo durante un tiempo historias para la revista Kung-Fu [Jeff Blake, el Hombre de Pinkerton] y de un tipo con una moto [Dave Wheeler, para la editorial alemana Bastei]. 

El cómic empezó a no ser rentable. Hubo un momento que hubo un auge y que se podía hacer todo lo que ser quería, pero luego hubo un bajón muy grande y él decidió centrarse en la fotografía y dejar esto del cómic. A él siempre le había gustado muchísimo la fotografía. Aparte de dibujar, lo que más le gustaba era la fotografía. Hacía unas fotos maravillosas. 

Suso murió muy joven. Al final ya estaba muy enfermo y casi no quiso ni hablar conmigo. Yo le llamé una vez para ver si nos veíamos pero ya estaba muy enfermo y no se puso, no pude hablar con él, hablé con su mujer, Carmucha. Con Carmucha, cada vez que venían ellos a Barcelona, nos veíamos, venía a mi casa. 

Cuando él regresó a Ribadeo, se perdió mucho la relación. Ya estábamos cada uno en un sitio y apenas teníamos relación.  

El quería que yo me fuese a Ribadeo, a vivir allí con él. Me había mandado fotos de un terreno, que me dijo que estaba muy bien, para ver si me podía ir allí. Pero son esas cosas que quedaron luego en el aire. A partir de ese momento, perdimos la relación. Luego su esposa Carmucha no quería prácticamente saber nada de nosotros y se perdió completamente la relación. 

Yo estoy ahora en Blanes, donde también vive Manel Domínguez Navarro. 

Hay un par de libros dedicados a Suso. Le dedicaron una calle en Ribadeo [el 4 de febrero de 2006]. Le hicieron un homenaje, al que yo tenía que haber ido, pero, al final, tuve un problema de salud y no pude ir, y le dedicaron también un libro [Suso Peña: La mirada mágica]. 

Suso era un personaje muy especial (se ríe). Ha sido una suerte haberlo conocido. 

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